deuda

Tiempos nuevos, tiempos salvajes

Consciente de mi abandono temporal, retomo el blog. Gracias a David y a otros muchos que han ido dejando mensajes animándome a que le dedicara un poco de tiempo. Hasta que me han puesto colorada. ¡Va por ellos!

Llevo toda la mañana tarareando el viejo/nuevo tema de Ilegales. No se por qué. Se me ha colado entre el drama griego y una entrevista a González Pons. Nada que ver y todo, sin embargo. Aplicarse a la actualidad, intentar interpretarla o desbrozarla on time no impide que el espíritu vaya empapándose, si uno se deja, de una sensación de puzzle cuyo significado no seremos capaces de ver hasta que se haya completado. Demasiado tarde, como sucede casi siempre en la historia. Como un macro póster realizado con esas minifotos instantáneas que las noticias nos brindan cada día.

El panorama es fragmentario pero creo que permite afirmar que si bien el futuro siempre ha estado implícitamente forjado en la incertidumbre, nos encontramos ahora ante uno de los futuros menos ciertos de los últimos años. Nadie nos lo dice pero esta crisis es como un gran túnel en el que entramos antes de 2008, casi sin darnos cuenta, y del que el mundo occidental saldrá algún día en un lugar aún ignoto. Y eso es lo que nadie nos cuenta, que ni nuestros supuestos líderes, ni los gurús económicos, ni los expertos, ni los candidatos sabe exactamente cual será el paisaje que exista al otro lado del túnel. Podría ser tan insospechado como si hubiéramos entrado por Somosierra y al otro lado hubiera un paisaje lunar. Tampoco nos dicen que, lo más probable, es que durante el trayecto y también al final, vayamos a vivir peor de lo que lo hemos hecho hasta ahora. Por eso resultan chocantes los cantos de sirena que nos dicen que somos niños díscolos que nos hemos portado mal y que en cuanto nos disciplinen un poco allí y un poco allá todo volverá a los felices noventa. Creo que quienes lo dicen también saben que no es muy factible que sea así. Y menos que sea posible hacerlo sacando la misma varita mágica de entonces porque esto es otro cuento.

La historia está hecha de discontinuidades. Nuestras vidas breves y nuestras cortas memorias nos hacen pensar que todo tiende a ser igual o a volver a ser igual, pero no es cierto. Pensamos en términos de continuidad pero la historia de la humanidad es una historia de discontinuidades, incluso de fractura entre realidades. Un libro de historia no es sino un inventario de esa ruptura de los continuos que para los coetáneos eran impensables. Ahora nos parecen inevitables. No soy la única. Cada vez se alzan más voces que dicen que estamos ante un cambio de era, de época, que este siglo va a despuntar con sus novedades, que va a dejar un continuo en nuestra mente desde mediados del veinte. El País publicaba hoy un artículo al respecto.

http://www.elpais.com/articulo/opinion/Hemos/entrado/nueva/era/elpepiopi/20111103elpepiopi_13/Tes

El órdago griego

Uno de los últimos acontecimientos que nos está haciendo cambiar a cada minuto nuestra percepción de las cosas es la crisis europea. Ahora mismo el órdago griego. Y digo que hace cambiar porque algunos que hace dos meses en todas las tertulias nos decían que lo que había que hacer era dejar caer a Grecia y a sus vagos, desde anoche clamaban a toda voz que era impresentable lo que Papandreu estaba haciendo poniendo en peligro el rescate a Grecia. Los cambios no son caprichosos. Responden a lo que en cada momento parece el sesgo que mejor pintará para nuestros intereses, los nuestros, los de los españoles o los de una parte de ellos.

Lo cierto es que el órdago iniciado por Papandreu -ese hombre nacido en EE.UU y que estudió economía en Harvard, algo que no puede predicarse de la mayor parte de nuestros líderes- tiene un valor que debe reseñarse en estos tiempos de estupefacción. Incluso ahora que sabemos que ha amagado con dimitir, que no habrá referéndum y que intentan montar un gobierno de concentración. En mi opinión, la importancia de la acción de Papandreu consistió en poner encima de la mesa de la Unión Europea una cosa muy sencilla que se llama POLITICA. Así, con mayúsculas. El puñetazo que dio en la mesa a la vuelta de Cannes -ante la evidencia de que se hallaba ante un pueblo lacerado y dividido, una oposición que no estaba dispuesta a colaborar a pesar de haber provocado el problema y un partido en el que había dudas- sobresaltó a los merkozy porque les recordó que además de las políticas económicas, los dictados de los mercados y los especuladores y los banqueros toda la retahíla, existe una cosa que se llama POLITICA que siempre ha estado por encima.

Y no hagamos bromas con el tema del pueblo griego presentándolos como una panda de desgarramantas estafadores y vagos porque eso, exactamente eso, es lo que hacen los alemanes y los británicos con nosotros y con los italianos. Para ellos somos igual de cerdos, perdón, de PIGS. Lo cierto es que lo mismo que una persona aguanta torturas indecibles con la esperanza de conservar la vida, también lo es que llega un momento en que la muerte da menos miedo que el dolor. Eso es, de alguna manera, lo que les pasa a los griegos. No frivolicemos. Los ajustes que han sufrido y los que se les exigen no tienen parangón con nada que hayamos visto. Y es cierto que tienen que arreglar ese país y esa sociedad pero quizá no lo sea que deban hacerlo como quiere Merkel, con ese componente de penitencia, de «pagar las culpas», que tanto utiliza en sus discursos. Financial Times lo decía hoy en un editorial: los líderes europeos tendrían que pensar también en el dolor que se inflinge a los pueblos y no sólo en lo que les duele la incertidumbre a los banqueros centroeuropeos.

Tampoco caigamos en repertir el mantra teutón de que ellos son los que van a pagar la fiesta del sur. La fiesta de la falta de controles eficientes del sistema financiero, la fiesta de la venta alegre y liberal del sueño de la clase media universal la vamos a pagar todos, la estamos pagando ya. Y si ellos en todo caso van a aportar más fondos es porque también tienen mucho que perder. Sin embargo, el gran compromiso por el futuro europeo que se le pide a Alemania, el compromiso de seguir siendo locomotora y tirar de la zona euro, ese no lo asumen en plenitud. Entre otras cosas porque siguen empecinados en impedir que tengamos las mismas oportunidades que norteamericanos y británicos permitiendo que el BCE se convierta en un último prestatario como lo son el Banco de Inglaterra o el Tesoro de EE.UU.

Así que aquí estamos. Nos dimos la vuelta cuando nos llamaron a seguir construyendo Europa -para qué si ya teníamos una moneda y dónde gastarla- y nos encontramos desmantelados y sin líderes. Sometidos al Diktak de Berlín. Siguiendo las directrices de una Merkel que tiene cada vez más todo el poder y ninguna responsabilidad si las recetas que impone en Atenas, Roma, Lisboa o Madrid no funcionan. Y, sobre todo, cuyas decisiones carecen legitimidad desde el punto de vista de la representación democrática.

Sigamos pues a lo nuestro. Empieza la campaña. Una campaña marcada básicamente por la crisis y en la que nos enzarzaremos en nuestras pequeñas cosas de patio trasero sin querer ver que el Gobierno resultante de las urnas quizá pueda influir un 30% con sus decisiones en nuestro futuro pero que lo restante le va a venir marcado por lo que suceda en la partida del tablero grande.

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