periodista

Yo también tengo libertad de expresión

Esto de la ley Sinde va a dar para mucho. Bueno y malo. Anuncié en Al Rojo Vivo de La Sexta y en El Gabinete de Julia en la Onda que iba a explicar más prolijamente algunos conceptos que creo que se están usando de forma confusa. A lo mejor de forma menos inocente de la que podría pensarse. Eso no lo se.

Lo voy a hacer. Pero desde que he salido de Onda Cero hasta ahora me he dado cuenta de que hay una cosa fundamental que no marcha. No me habían insultado tanto por defender una opinión – y esa es la esencia de la libertad de expresión- desde que en CNN+ me expresé contra el falso síndrome de alienación parental. Entonces me llamaron femilinazi. Una medalla, viniendo de donde viene, pero como se verá muy respetuosa, muy tolerante y muy acorde con el juego democrático de derechos y libertades.

Ahora me llaman ignorante. Más bien analfabeta tecnológica. Lo cierto es que me lo dicen a través de Internet, en mi Twiter, y lo harán después supongo en este blog. Así que no parece que hayan tenido que ir muy lejos para encontrarme. Es lo mismo. No saben que tener claros los conceptos en origen sirve para poder aplicarlos a la realidad que toque. Y eso funciona aunque cambien los medios, la tecnología o los entornos ideológicos. Si uno tiene claro qué es la libertad de expresión, por qué es un derecho fundamental, qué supone defenderla, contra que otros derechos y libertades puede colisionar y qué respuesta le da el Estado de Derecho a esas colisiones, tiende a poder tener las cosas claras más fácilmente.

De paso también vienen a llamarte vieja o apolillada o lo que sea. El problema de ser demasiado joven es que uno siempre piensa que está asistiendo a la primera revolución de la historia. Ha habido más con anterioridad. Incluso supusieron un salto cualitativo mayor. La imprenta, evidentemente. El teléfono. No quiero hablar de la radio y la televisión porque estos medios por sus características productivas siempre han estado regidos desde unos pocos para la mayoría. Cada una de estas revoluciones produjo espacios en blanco. Su desarrollo fue dejando a la luz sus grandezas pero también el daño que se podía cometer a través de ellos (son medios, no fines, recuéndenlo). Las leyes siempre van detrás de la realidad. El Estado de Derecho fue taponando esos espacios de impunidad que permitían que la libertad de unos atropellara los derechos de otros. Sucederá también con Internet. No se cieguen. No tengan una visión tan estrecha. Internet es la repera, es más difícil de regular para evitar delitos, ilegalidades, abusos, pero se avanzará en ese camino, por el bien de todos.

A todos estos que insultan por tener algunos conceptos claros, «no tienen ni idea de Internet», les confesaré que hay miles de periodistas, por ejemplo, que han servido al derecho a la información y han ejercido la libertad de expresión, incluso con riesgo para sus vidas, sin tener ni repajolera idea de cómo funciona la radio, qué demonios hay en un centro emisor o que pasa en la televisión más allá de ese objetivo que les apunta.

Y no, todo contenido de Internet no es un medio de comunicación. Y no, todo lo que se hace en Internet no tiene que ver con la libertad de expresión ni, mucho menos, con el derecho a la información.

Y sí, los derechos y libertades friccionan entre sí y el Estado de Derecho lleva siglos intentando marcar los límites entre ellos.

De todos modos, relájense. Ni la Administración, ni los jueces van a actuar contra ninguna web que no se dedique claramente a robar el trabajo intelectual o creativo de otros. Y es legítimo incluso proteger las inversiones que algunos hacen para que esa creación -que tiene un alto coste como en el cine- llegue a nosotros. Y, no teman, si eso llegara a suceder -si hubiera censura – verían como la mayoría de los que vemos bien que se empiece a legislar en este campo, nos pondríamos a la cabeza de la manifestación contra cualquier atropello de la libertad de expresión. Quizá porque tenemos claro este concepto no estamos dispuestos a que lo nadie lo manosee.

No obstante, recuerden que las cámaras legislativas ostentan la representación del pueblo español.

Volveré sobre la explicación más técnica de lo que supone legalmente la ley Sinde y su viabilidad. Me faltan algunos datos -como la posibilidad material de los Juzgados Centrales de lo Contencioso-Administrativo de hacer frente al procedimiento- que quiero tener en la mano. Mañana será otro día.

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La opinión se forja en los matices

No discuto que la propia dinámica de los medios impida descender a los detalles para explicar la realidad. A veces, ni en la radio ni en la tele se puede hacer. Otras simplemente no se quiere. No obstante, para formarse una opinión fundada y lo más certera posible no queda otro remedio que informarse de todo eso que puede resultar más prolijo y dificultoso. Me da que muchos de los que meten cosas dispares en el mismo saco no lo hacen sólo por ignorancia. También sospecho que el brochazo gordo y sin matización es el más útil para dirigir a la opinión pública alegando que no se puede andar «entrando en tecnicismos». La técnica de la verdad sí lo exige.

¿Y cual será el papel del periodista sino el de mascar esas pejigueras tan sustanciales para ofrecerlas de una forma digerible? No son pocos los que lo dejan reducido a hacer la papilla en la que todo cabe para empapuzar al público con el sabor político que más nos gusta.

Ese será uno de los ejes de mi blog. Aquí si habrá lugar para explicar los matices. La única solución para tratar de forma igual a todo lo que sea igual pero de forma diferente a lo que sea distinto. O sea, de intentar hacer justicia con la actualidad, con la actuación de los políticos, con el mundo que nos rodea. A cada uno lo suyo. Y cada uno debe ser el juez de sus criterios. Así se conforma una opinión pública libre y democrática. Yo tengo la mía, evidentemente.La dejo ver en los programas en los que participo y estará presente también aquí. Así lo veo yo…

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